Cómo se vive sin supermercado, instituto o transporte público: La realidad de la España vaciada

by Mariana Carrascal
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En muchos pueblos alrededor de España coexisten historias de resiliencia y problemas estructurales: pueblos con una identidad y cultura potente pero con escasez de servicios básicos para sostener familias. Para miles de residentes, la falta de un supermercado, instituto, sucursales bancarias o de transporte público no es anécdota, sino una rutina que condiciona su vida diaria. 

Según diversos análisis sobre el estado de los servicios en la España vacía, como los realizados por Vozpópuli, más de 4000 municipios no disponen de supermercados dentro del término municipal, sin embargo, parte de la población rural tiene acceso relativamente cercano. A pesar de ello, hay una exclusión territorial que pone en evidencia que los núcleos más pequeños quedan desconectados. La ausencia de tiendas obliga a comprar alimentos de forma esporádica o depender de servicios itinerantes y puntos de suministro gestionados por ayuntamientos, diputaciones u otras asociaciones. En algunos territorios tal y como documentan reportajes de La Sexta, acceder a productos básicos supone recorrer caminos largos que no solo afectan el consumo como tal sino también la autonomía de personas mayores o con movilidad reducida 

Por otro lado, el acceso a la educación es otro de los retos recurrentes para la España vaciada. En municipios con escuelas rurales unitarias o con muy baja matrícula, el instituto más cercano puede encontrarse a varios kilómetros. Informes del Instituto Nacional de Estadística y del medio El Confidencial, muestran que muchos adolescentes deben desplazarse diariamente en rutas escolares largas que condicionan el rendimiento de los alumnos.  Es una realidad que en muchos casos, la ausencia de oferta educativa cercana se convierte en un factor decisivo para las familias que finalmente deciden salir de los pueblos pequeños hacia zonas más urbanas, limitando el relevo generacional y propagando el envejecimiento de estas zonas. 

La falta de transporte público regular persiste en los municipios con menor densidad de población. Muchos habitantes dependen de vehículos privados y por tanto se incrementan los costes para las familias que no cuentan con ellos y aíslan a las personas mayores que ya no pueden hacer uso de un coche o una moto. La falta de conexiones convierten cualquier trámite en una jornada completa. La movilidad condiciona no solo la vida cotidiana; hacer la compra, acudir al médico e incluso trabajar, sino también la posibilidad de atraer a nuevos residentes. 

A pesar de la complejidad de la despoblación, muchas comunidades se unen para desarrollar soluciones ingeniosas para mantener la vida cotidiana. Existen iniciativas cooperativas, mercados ambulantes que operan por rutas semanales y proyectos de emprendimiento local vinculados al turismo rural y a la economía circular. Asimismo, en muchos casos los mismos ayuntamientos gestionan directamente las tiendas o pequeños servicios para evitar su desaparición. Aunque no sustituyen un sistema de servicios sólido, las estrategias hechas por las comunidades, permiten sostener la vida local y han demostrado que la cooperación vecinal sigue siendo uno de los pilares principales en la vida de los municipios pequeños.  

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