Algunos lugares no esperan a que lleguen las ayudas externas y se quedan parados mientras sus calles se vacían, si no que le plantan cara al problema con ideas diferentes, propias y valientes. Cada uno encuentra su forma de reinventarse con iniciativas que van desde arte hasta alimentación:
En Málaga, Genalguacil, un pueblo de la Serranía de Ronda, que cuenta con unos 600 habitantes, decidió en 1994 que su futuro estaba en el arte contemporáneo. Con ello, crearon “Encuentros de Arte”, invitando a artistas de todo el mundo a vivir allí unos días. El ayuntamiento cubre gastos, y los artistas dejan sus obras en el pueblo. El resultado fueron más de 160 obras al aire libre y un museo que recibe entre 25.000 y 30.000 visitantes al año. A pesar de que no recuperó su población de hace décadas, el arte frenó la caída y mantiene vivo el turismo y la hostelería todo el año.
Ahora, en Teruel, por 60€ anuales puedes apadrinar un olivo. Un grupo de emprendedores de Oliete (con 334 habitantes) vieron la oportunidad en esta zona donde hay 100.000 olivos centenarios abandonados. Se han recuperado más de 25.000 olivos y 9.000 padrinos de 28 países que reciben fotografías del árbol y aceite. Han generado casi 40 empleos, incluidos trabajadores con discapacidad.
Para aquellos nómadas digitales, en Benarrabá (Málaga) se ha creado “Benarrabá WorkValley” con viviendas renovadas y fibra óptica de alta velocidad. El resultado fue la llegada de más de 70 profesionales de 36 países en un solo año. Se ha aumentado el consumo local y se siente un ambiente más jóven en el pueblo.
El emprendimiento online está a la orden del día en Castelserás (Teruel). Muchos vecinos han apostado por montar tiendas online desde sus propias casas, vendiendo productos artesanales, piezas especializadas, entre otros.
La famosa “Villa del Libro” se encuentra en Urueña, Valladolid. Aquí, llenaron sus locales con librerías especializadas hasta llegar a 9 librerías para menos de 200 vecinos. Aunque la población no crece, sí lo hace el turismo, acogiendo a 20.000 al año.
Otros lugares deciden especializarse al máximo, como el caso de Sarrión, en Teruel. Allí se apostó por la trufa negra, aprovechando su clima perfecto para este cultivo. Producen alrededor del 70% de la trufa negra del mundo. Tienen pleno empleo y atraen mano de obra de fuera. Similar es el caso de Almudaina, que tiene como seña de identidad la cereza. Se ha convertido en motor social y uno de los principales atractivos turísticos.
Cada ejemplo lo deja claro: no hace falta ser un gran municipio para reinventarse. Basta con encontrar aquello que te hace único y apostar por ello. Estos pueblos no han solucionado todos sus retos, pero sí han logrado volver a tener vida, movimiento y crecimiento.
